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CONSUMING PUERTO RICAN ART AND CULTURE

La pérdida cultural de Puerto Rico
OPINIÓN – 12/07/2006
Luis R. Cancel 
Otros Titulares

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A nuestros lectores

Muchas veces las noticias toman una relevancia que trasciende las trágicas circunstancias en que se dan. Ese es el caso de la noticia de la semana pasada sobre un incendio que consumió la casa del distinguido artista puertorriqueño Antonio Martorell.

El reporte policial indica que tres adolescentes brincaron una valla y entraron en el campus de la Universidad de Puerto Rico en Cayey y posteriormente entraron subrepticiamente en la casa del artista, quien se encontraba en ese momento en Nueva York. Los jóvenes, quienes ignoraron docenas de trabajos artísticos de muchos de los más grandes artistas puertorriqueños del siglo 20, procedieron a desvalijar la vivienda, buscando objetos de valor intrascendente y por capricho, decidieron incendiar la residencia —usando un acelerador, de acuerdo con la investigación del siniestro, en un calculado acto de destrucción.

El hogar de Martorell era el depósito de trabajos únicos e históricos que capturaron la rica historia de las artes visuales de Puerto Rico. Cientos de dibujos, litografías, cartas, fotografías, máscaras típicas y pinturas fueron consumidos por las llamas. Martorell había preservado todo ese material para regalarlo a la universidad. La pérdida para la historia del arte de Puerto Rico es incalculable.

Sólo puertorriqueños pueden destruir la cultura de Puerto Rico. La falta de reconocimiento, por parte de los jóvenes, del sagrado terreno en el que ingresaron ilegalmente fue sintomático de sus padres y expresión de la negligencia de la sociedad boricua por el arte puertorriqueño.

¿Cuántos puertorriqueños adultos, tanto residentes en la isla o en los Estados Unidos, conocen el nombre de Martorell? Su amplia obra de más de 40 años se encuentra en muchos museos y colecciones privadas, pero no es conocida por la mayoría de los puertorriqueños.

Se puede argüir que los puertorriqueños no se encuentran solos en su ignorancia de las artes visuales. ¿Cuántos estadounidenses pueden distinguir o nombrar una pintura de Andrew Wythe o Edward Hooper? Esta falta de información cultural puede ser atribuida al conflicto entre la cultura de las masas y la cultura de los eruditos; la primera descansa en los medios de comunicación mientras que la segunda depende de la iniciativa individual. No obstante, es función de las personas presionar a sus líderes políticos y de educación para que den la debida importancia a la actividad cultural.

En referencia específica a la sociedad puertorriqueña, no hay suficiente interés en las artes visuales para sostenerlas por largo tiempo. No existe un grupo representativo interesado en invertir en los trabajos ejecutados por los artistas de su comunidad, no hay suficientes lugares para exhibir su trabajo y existe poco esfuerzo de los educadores para integrar la historia del arte puertorriqueño en el núcleo del currículo que puede delinear la próxima generación.

El incendio en Cayey debe ser una señal de alerta para todos aquellos a los que nos preocupan el arte y la cultura puertorriqueños, que nos lleve a involucrarnos en los esfuerzos para apoyarlos, o los perderemos.

Sólo los boricuas pueden destruir la cultura puertorriqueña, al no hacer nada para apoyarla, con su negligencia y estar a la espera de que otro dé el primer paso. Si bien es cierto que deben ser los puertorriqueños quienes lideren los esfuerzos para salvarlo, apreciarlo e instruir a los niños en su importancia y valor. Martorell ha jurado incorporar las cenizas de este fuego en la creación de un nuevo trabajo artístico. Dejemos que su ejemplo sirva de inspiración para usar esta tragedia como el punto focal de un esfuerzo de renovación para reconocer y preservar el arte puertorriqueño.

Luis R. Cancel es director ejecutivo del Centro Cultural Clemente Soto Vélez, NY.

http://www.eldiariony.com/noticias/detail.aspx?section=63&desc=OPINION&id=1537864